No hay nada más molesto que inaugurar un proyecto que alguien ha decidido “redecorar” con un graffiti. Por eso los gobiernos de todo el mundo gastan cantidades ingentes de dinero en limpiar muros y mobiliario urbano de estas “pintadas”. Pese a ello, este fenómeno, lejos de erradicarse, parece que hasta el momento sólo se ha expandido.
Cuando a finales de los 60, un mensajero adolescente de origen griego llamado Demetrius empezó a escribir su apodo junto al número de la calle en que vivía (TAKI 183) en el metro de Manhattan, nadie podía imaginar que estaba empezando uno de los últimos movimientos artísticos y culturales del s.XX.
Los primeros graffiteros practicaban lo que se conoce como bombing: escribir su apodo tantas veces y en tantos lugares como sea posible. Escribían con letras legibles, no buscaban ningún estilo, tan sólo el reconocimiento entre sus amigos, o incluso entre sus enemigos.
Poco a poco empezó a diferenciarse la caligrafía: los escritores de Manhattan usaban letras finas y alargadas, mientras que los de Brooklin las separaban y adornaban con flechas y corazones.
Ya en los 70, los artistas empezaron a usar el tamaño y el color para destacar de la gran masa de firmas existentes. Es la época de expansión de las bubble letters, las block letters, el wild style o los trow ups (vomitadas) y, en definitiva, de la consolidación del fenómeno. A partir de los años 80 empieza la expansión a la costa Oeste de los Estados Unidos, a Europa, y al mundo entero.
Muchos sociólogos y psicólogos se han preguntado qué es lo que empuja a un adolescente (miles en el mundo) a invertir todo su dinero en botes de pintura, “trabajar”
de noche en algo de lo que nunca podrá atribuirse la autoría y, ni mucho menos comercializar. La pregunta
todavía no tiene una respuesta clara. Sobretodo porqué el Graffiti es básicamente un movimiento individualista, en el que cada uno busca su propio camino y responde a sus motivaciones. Aunque, sin duda, tiene unos ingredientes de ilegalidad y competición que lo hacen muy atractivo a algunos sectores de la juventud urbana.
En los últimos años han surgido auténticas perlas mediáticas de este movimiento, como Banksy en el Reino Unido o os Gemeos en Brasil, que ha popularizado el movimiento hasta entre aquellos que siempre lo habían combatido. Hoy día, tener un Banksy en un muro de casa es como tener un Miró. Y gratis…
Para saber más: Historia del Graffiti
Banksy en el East End de Londres
Banksy en el muro de Cisjordania
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